Momentos de felicidad para darle al "pause"...




     De vuelta al “País de la Verdad”,  con ideas oxigenadas y recargadas con  ilusión ,poniéndole punto y final a la intensa visita que le hemos hecho al “País de la Alegría”, -como así ha querido englobar el imaginativo e inocente ingenio de  mi hija-, el maravilloso, estupendísimo y familiar viaje que hemos hecho, los cinco complejos personajes  que comprenden mi unidad familiar  a modo de convivencia en una especie de “road trip” , por algunas ciudades de Centroeuropa: Bolonia, Venecia, Zagreb, Praga, Budapest y Florencia.

    Con su correspondiente quiniela  valorada entre todos, en la que por cierto;  se llevó la palma Praga. 

    Porque la última  ciudad fue Florencia… y por mucho encanto que tuviera, les pesaban más los 1000 kilómetros que se habían metido entre pecho y espalda desde Budapest. Y ya ahí, a pies del Arno arrastrábamos las ganas y nos estábamos sorteando el “corner” de mi sofá jartitos ya de mapas, de pizza, de monumentos, del "allure" de la Toscana  y del goulash húngaro.

    Me gusta viajar; yo diría que me encanta… o puede que más bien me apasione.  Y con ellos, más. Puede que porque cuando viajo, es el único momento en el que parece que no les entra a mis hijos esa especie de “urticaria” que les hace venir a pedirme algo para que me active,- y deje de estar irritantemente tranquila para ellos, no vaya a ser que me acostumbre a que mi tiempo adquiera derechos de autor y me los quede yo solita para mí- , cuando me ven tranquila en casa -haciendo como que reposo-, mis churri  neuronas semicuarentonas

     Pero el caso es que me fascina salir de mi rutina habitual, sobre todo  cuando llegan esos momentos en los que empezamos a cogerle tirria a nuestra monotonía porque nos domina y nos cierra la mente convirtiéndonos en personas/monstruos ,-que no conocíamos hasta entonces-, y  que escupen  espuma verde por la boca a la primera de cambio.

    He tenido la maravillosa suerte de poder zambullir a mis hijos de lleno en otras realidades distintas para que puedan empezar a  coleccionar en sus vidas “momentos de felicidad estelares, para darle al pause”

   Y ellos me han dado la oportunidad y el gustazo que supone  vivirlos; disfrutando  de cada instante conociéndolos  mejor cada día en esta "pressing-convivencia":


  • Saturarlos de fotos en los ríos… cogiéndole auténtico pavor a los momentos en los que mi marido y yo desenfundábamos  el móvil y decíamos “ ¡¡¡FOTOOOO, FOTOOOO, FOTOOOOO!!!”

  • Liarla parda en los buffets libres de los hoteles, como si jamás en sus vidas hubieran visto un trozo de pan, absortos  de tanta  comida a tutiplén, con caras de asombro incontrolable al ver que podían coger todo lo que les diera la gana, las veces que quisieran. Una especie de “Jauja” visto por los ojos de un niño; me imagino yo...

  • Mostrarme su lado más tierno consolándome cuando me encontraron llorando a lo largo del río Moldava , porque me dejaron atrás en la carrera que hicimos hasta el Puente de Carlos V, para ver si llegábamos antes de que se pusiera el sol, para obtener “LA FOTO”…

  • Estar convencidísimos de que en Budapest huele mal porque en la zona de Pest, apesta a cañerías… Que en Bolonia huele a ajo; en Florencia a Mortadela y en Praga a rosquillas.

  • He conocido que entre mis hijos , llaman  coloquialmente “irse a Brasil” al  periodo  que en el que les invade  la tozudez de su “ lado oscuro” y se enfadan conmigo porque les riño; de tal forma que cuando alguno no entra en razón , es súper efectivo cuando se me enfadan , decirle que hagan ya las maletas y vuelvan de Brasil...

  •  He sido acusada por el inocente desparpajo de mi hija, de robar “caramelos”, delante del "recibidor" (recibidor para mi hija y recepcionista común para nosotros...) del Hotel, porque no había pedido permiso al cogerlos de una cesta que tenía en mostrador… con mis correspondiente abochorne humillante.

  • Soportar una surrealista bronca de un mini niño (de unos cinco años) patinador croata; embutido en un mono para la nieve, tras meterse un culazo en la pista y acudir yo heroicamente con mi súper destreza patinadora ejemplar (¡estilo muñequita de famosa dirigiéndose al Portal!) a socorrerle en un ataque de esos que me entran a mí de sobredosis de sobreprotección maternal que no le gustó para nada al autosuficiente personajillo michelín... Diciéndome en un indignado y farfullante croata de toooooodo menos “Fala”; ¡que es lo único que sé que significa en nuestro idioma: GRACIAS!

  •  Hartarme de reír cuando le dije a uno de ellos al entrar a hacer pis en un “Take away” el primer día que llegamos a  Bolonia, que no olvidara darle las gracias al Señor al salir, y me suelta: - “ ¡¡¡Maaaaami!!!, ¿másss? ¡Pero si llevo desde que aterrizó el avión dándole gracias al Señor porque estamos vivos! ( He de decir que este hijo mío,- el sandwich-, estaba seriamente "acongojado" porque tenía una especie de obsesiva y negativísma premonición en la que pensaba que el avión  catastróficamente se iba a caer al agua...)

  • Esos perros  de todo  el centro  de Europa ladrándole a mi hija cada vez que se cruzaban con ella,  hasta que caímos en la cuenta de que lo hacían cuando llevaba su gorro de  “fashion animal print “, que le hacía parecerse a una mezcla de Monkiki y Chubaka.

  • Conseguir POR FIN que no quieran más McDonalds ni pizzas en una temporadita por saturación...

  •  Volver con  un estiloso moquillazo húngaro por no tener efectivo y no poder alquilar toallas en el balneario de Budapest; secándonos al "airecito ambiental" del calor de la muchedumbre turística que estaba en los baños climatizados, y entrando y saliendo de las saunas turcas...¡cual secadora apañadísima! Total; si nos dejaron entrar sin toallas sería porque hay más colgados que lo hacen, aunque estuviéramos a cero grados ¿no?

  • Practicar mis pasitos de bulerías con mis botas inseparables de Robocop, en todas las colas... 
 

  • Ver la cara de susto de mi hija cuando le comenté al padre en mi estado de catatonia, cuando admiraba el  majestuoso trasero de mi David de Buonarotti en una esquinita de la Galería de la Academia desde donde se apreciaba !la perspectiva perfecta": 

-¨”¡¡¡¡¡ Ese tío es un monstruoooo  del cincel!!!!!”
-“Mamiiiiiiii: -¡¿ Dónde hay un mostruoooo?! , ¿¿¿ Que es un cincel????
-“ Chiquilla, que no, que no hay monstruo, que es una forma de hablar, que el hombre  que hizo esto hacía de todo, y todo le salía bien…”

Entra en escena mi niño sándwich, - el más pelota, que me dice siempre cuando lo acuesto: " Si supieras cuanto te quiero llorarías de gozo"... ¡a saber de donde se ha sacado la frase!-:
 
-“ ¡¡Mira, mamá, como túuuuuu, que lo haces todo bien!!”
-“ Ya quisiera yo tener cuartito y mitad del ingenio y la destreza de mi primo Miguel Ángel, hijo… pero gracias, yo también te quiero; que haría yo sin ti...”



  • Analizar mi hijo mayor, que siempre que nos tomábamos el padre y yo un vinito entre los dos, acabábamos discutiendo por chorradas como niños chicos, y concluir  avergonzado, por eso mismo,  que nunca iba a probar el alcohol ...

  • Analizar el mismo, mi chiquillo adolescente en ciernes, y concluir también, que Venecia en su quiniela había perdido muchos puntos, porque en su valoración, él le daba mucha importancia al ÁNIMO CON EL QUE VISITA LA CIUDAD, y las  tres horitas escasas que pasamos allí, de camino a Zagreb las pasó “en Brasil”  con el peo "torcido", peleándose con su hermano… ¡y no en Venecia!

     …Y muchos, muchos, muchos otros momentos más compartidos,  que espero no olvidar, y que no los olviden ellos nunca, aunque no los deje aquí escritos; que han hecho que vuelva OBESA de felicidad ,  de pizza italiana y  de goulash húngaro.

 Así que le doy gracias a Dios,  a la Virgen y al Cielo como ya he dicho en otras ocasiones  (y a quién quiera que haya intervenido también para que los planetas se alineen para hacer posible  este viaje), por  ser tan afortunada : 

     Por tener la increíble suerte de tenerlos a ellos que son geniales y  seguir comprobando cada segundo que paso a su lado que nos siguen dando cada día que pasa , tres mil  y una vueltas al padre y a mí...  
     Y sobretodo por  tener la oportunidad de poder inculcarles  este gusto por conocer y por viajar,  brindándoles ocasiones para hacerlo (¡aunque ahora toque estar encerradita en casa una temporadita comiendo felizmente habichuelas, garbanzos y lentejas!); para hacer de ellos personas abiertas de mente que conozcan, conozcan y conozcan para que comparen, comparen y comparen  su entorno habitual con criterio propio a base de muchas experiencias que le forjen un crítico y constructivo sentido común.

    En fin, que es  extremadamente enriquecedor salirse del tiesto de vez en cuando, para echar raíces temporal y fugazmente en otro lugar: absorbiendo cada segundo absorbible de cualquier esencia distinta a la cotidianeidad...

     Haciendo  acopio de la tópica frase: "Donde estuviere hacer lo que viere..."

Hacer lo que en cada sitio se hace, comiendo lo que se come, bebiendo lo que beben, comprando donde ellos compran, respirando lo que respiran, divirtiéndose y aburriéndose como ellos... ¡sin necesidad ninguna de visitar todo museo que encuentres! Tan sólo en algunos poquitos museos para enseñarles las obras que yo estimo que deben conocer, cuando las deben conocer, para no saturarlos y "optimizar" tiempo, dinero y sobretodo su paciencia...

     Y si Dios, la Virgen y el Cielo  siguen queriéndolo,  seguiré  gastándome hasta el último centavo de mi bolsillo , para  que respiren cada partícula de oxígeno desconocida y “extranjera”;   para seguirle abriendo a sus mentes una ventanita, liberando pensamiento y alma... OJALÁ QUE SEA PRONTO.

    Observando y analizando las mil formas de ser que uno se  encuentra al salir de su espacio vital para intentar averiguar de alguna manera qué es lo que nos lleva a cada uno el  ser de una u otra manera… porque es el dinero y el tiempo mejor invertido

ANIMO A TODOS A QUE VIAJÉIS CON VUESTROS NIÑOS PARA COLECCIONAR MOMENTOS QUE NO SE OLVIDARÁN JAMÁS



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