Bailar un tango


     

   En un momento tan simple , rutinario y apurado en tiempo, como es el hecho de  acostar a mis hijos por la noche,  después de un día de decepciones que amenazan la estabilidad de mis ciclos emocionales, -impotente ante tantas injusticias cotidianas que me muestran la realidad de personas que te sorprenden una y otra vez; gente que tienes a tu lado que un buen día te amenazan con  un sinfín de  "Místeres Hydes" ocultos entre las entretelas de sus sonrisas, que enmascaran sus propios intereses- , se me ocurre de repente, decirle a mi hija frente al espejo de su cuarto cuando la llevo a la cama:
-“ ¿Bailamos un tango? “-
     Y sin dudarlo con una cara rebosante de entusiasmo, pureza y  alegría,- más que nada porque intuía que me podía robar unos minutos más, antes de obligarla a dormir-,se engancha a mí sin saber si quiera demasiado bien qué es eso del "Tango";  y nuestras risas y la desvergüenza comienzan a actuar como bálsamo para nuestras curradas almas (la mía ," cascadamente contaminada" y la suya, " entusiasta almita inmaculada y todavía pura"…)
    Acto seguido mi segundo hijo escucha las risas nerviosas de la loca que quiere que la lance hacia atrás como en el baile, y sin conseguir sostenerla , se cae al suelo… Salta de la cama y acude gritando  a susurros para que no se entere el padre que está abajo: - “¡Yo quierooooo tambiénnnnn!”
      Pero lo mejor de todo es que  nuestras risas  y ese encantador “descontrolado minialboroto” de nuestro baile, tiene la fuerza suficiente para sacar al mayor de la cama también…  Despertándole las ganas de hacer el estupendo y enriquecedor ridículo de bailar un tango sin saber bailar.
Olvidándonos de que estamos perdiendo el tiempo... y  ganándolo todo a su vez.
      Puede que con estos minutos simples y alocados les enseñe a quitarle cierta carga de  crudeza y acritud a la realidad de nuestra rutina , suavizando los reveses que se nos presentan tanto a ellos como a mí en el día, para convertirlos con nuestras absurdas piruetas, en minutos renovadores que depuren nuestras ganas de vivir. 
     Después de tanto ruido que ya no controlamos y  de tanto respirar el aire que quieren los demás que respiremos, y que nos hace  tanto, tantísimo mal, nos convertimos en quienes no queremos... Por un grito que no se merecen , del cual te arrepientes al segundo justo de dar,  porque sabes que sólo has tenido un mal día,  gestionado mal por lo bajo de tus biorritmos;  pérdidas de paciencia por el estrés de querer abarcar y no llegar, o un inocente y simple comentario del cole que te hacen entusiasmados para que les escuches con toda tu atención, que es lo único que reclaman... y  resulta que es lo que más te falta para ellos  porque siempre magullas otro problema en la cabeza.
  Pero  puede que ellos también estén preocupados por sus cosas; aquello que les trastoca su pequeño mundo: algo que  no  debieron  haber hecho e hicieron; quizás una mentirijilla que les ha llevado a un castigo “justamente” compensado para mí, y  descompensado  "injustamente" para ellos... Algunas rabietas injustificadas de las que no están muy orgullosos; una nota que no les gusta en un examen y que se avergüenzan de decir, una amigo o amiga que les ha mirado mal o que les ha querido chinchar sin hacerles caso...
Quién sabe.  Son sus propias preocupaciones, no menos importantes que las mías. Y no dejan de ser problemas para ellos aunque ellos sean niños.
     El caso es que bailar un tango sin saber bailar,  justo antes de irse a dormir, justo antes de terminar el día con todas  sus sombras y  todos sus claros; supone que todo está bien, o quizás mejor que bien. Bailando estos tangos que no sabemos bailar; borramos los problemas, tanto suyos como míos.
      Mi reino por toda una vida bailando ESOS TANGOS. Porque quiero que su corazón y sus pasiones sean lo que más cuiden, lo que más valoren. Para que no se engañen nunca a ellos mismos FINGIENDO SER QUIENES NO SON,  y sepan QUE AUNQUE NO SEPAN BAILAR TANGO, se puede saber disfrutar de la vida con buen humor, riéndose de ellos mismos, sin miedo a hacer el ridículo.

SIN MIEDO A NADA. SIN JUZGAR A NADIE Y SOÑANDO... HACIENDO DE LO ORDINARIO LO EXTRAORDINARIO CON LAS PERSONAS ACERTADAS, CON AQUELLAS PERSONAS AUTÉNTICAS QUE ELEGIMOS PARA QUE SEAN DE VERDAD UN "NOSOTROS" CON ELLOS. 


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